Siegfried

Günter Neuhold
Orquesta Sinfónica de Euskadi
Date/Location
23 October 2001
Palacio Euskalduna Bilbao
Recording Type
  live   studio
  live compilation   live and studio
Cast
Siegfried Heikki Siukola
Mime Helmut Pampuch
Wotan Alfred Muff
Alberich Franz-Josef Kapellmann
Fafner Julian Rodescu
Erda Mette Ejsing
Brünnhilde Nadine Secunde
Waldvogel Tatiana Davidova
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Una hoguera de libros para fraguar la espada

La Asociación Bilbaína de Amigos de la Opera (ABAO) continúa con el ciclo del Anillo del Nibelungo que comenzó hace dos temporadas. Dada la evidente imposibilidad de ofrecer el ciclo completo en un solo festival, compuesto normalmente por seis o siete títulos, la ABAO, con buen criterio, optó por ofrecer una jornada cada año. Y así, tras El Oro del Rin y Valkirias, le corresponde ahora el turno a Siegfried.El drama …Para la ocasión, y al igual que hizo con el Prólogo y la primera jornada, la ABAO ha elegido una producción del Gran Théâtre de Genève, con dirección escénica de Patrice Caurier y Moshe Leiser. Debo confesar que durante la representación no me gustó nada la concepción de la obra de Caurier y Leiser. Había algo en el conjunto que me chirriaba y molestaba pero que no sabía definir. Fue una persona muy querida por mí, tras comentarle mis impresiones, la que me ha dado la idea que me ha hecho encontrar sentido al montaje.’Siegfried’ es un ser simplón, primitivo y brutal, características que Wagner pone en el personaje creyendo así crear un héroe. Pero un héroe no puede ser tan estúpido e infantil. Y ‘Siegfried’ lo es en grado sumo: es un chulo, con síntomas de oligofrenia. Es valiente porque en su mente hay algún problema y no distingue las situaciones de peligro, no sabe lo que es el miedo. Un héroe de verdad sabe lo que es el miedo y el peligro, sabe que su vida está en juego y lo afronta aún a riesgo de perderla, pero lo hace por ayudar a alguien, por salvar algo. Un héroe es noble, honrado, considerado con los que son más débiles que él. En cambio, ‘Siegfried’ es un patán que mata el dragón como podría matar a una anciana o a su padre: con la inconsciencia del que está libre de la ‘funesta’ manía de pensar. Es cualquier cosa menos un héroe. Resulta increíble que le guste a Brünnhilde, a la que casi viola en el último acto.Caurier y Leiser enfatizan aún más esta idea presentando a ‘Siegfried’ en el primer acto fuera de los tiempos legendarios. Fuera de su contexto temporal resulta ridículo. La escena sustituye la cueva en la que, según Wagner, viven ‘Mime’ y ‘Siegfried’, por un destartalado y cochambroso almacén al que se accede por un hueco que cierra una persiana metálica. Esta persiana que apenas se levantaba un metro del suelo obligó a ‘Wotan’ a hacer unas nada dignas entrada y salida de escena.Y en ese almacén comparten espacio la fragua, una cama y una estantería repleta de libros. Siegfried usará algunos de ellos como combustible para el fuego con el que forja la espada. El gesto de quemar libros me hizo pensar inicialmente en que se pretendía definir la ideología del personaje, pero creo que simplemente se subrayaba que es tan ignorante que no conoce mejor uso para ellos.La estantería y el sencillo vestuario de Siegfried, camisa remangada y pantalón, trasladan la acción a una época indefinida pero reciente: ‘Siegfried’ queda así convertido en un personaje nada heroico, en un chulo de barrio de no demasiadas luces.De hecho, todos los personajes masculinos son presentados de forma antipática. La diginidad y la nobleza se reservan para las mujeres. ‘Erda’ aparece con solemnidad divina en su breve intervención. Y ‘Brünnhilde’ duerme su sueño mágico tapada por su escudo, con el yelmo y la coraza puestos, como una auténtica heroína.En los actos segundo y tercero, donde se realizó un enorme despliegue de medios técnicos y efectos especiales, se regresa a una época más acorde con las indicaciones dramáticas de Wagner.En el acto segundo, se representó el bosque mediante enormes troncos, una cuidada iluminación y niebla. Los arboles se desplazaban para dejar ver la cueva del dragón cuando era necesario. El dragón, enorme y con movimiento, escupía grandes llamaradas. Lamentablemente, todo el efecto dramático se perdía cuando ‘Siegfried’ le clava la espada: entonces aparecía en el escenario ‘Fafner’ con forma humana y sin ningún aspecto de gigante, atravesado literalmente por la espada, para cantar su advertenciaLa primera escena del tercer acto era un paraje desolado, enmarcado por tres muros. La entrada de ‘Siegfried’ se realzó con un haz de luz dorada. Luego caía el muro posterior y aparecía la roca de la Walkiria envuelta en fuego, avanzando, mientras caía el telón. Al volverse a levantar, tras el interludio orquestal, la enorme e impresionante roca, que ocupaba prácticamente todo el escenario y cuya cúspide era un plano que se inclinaba hacia el público, se hundía para dejar a la vista y a una altura conveniente a ‘Siegfried’ y ‘Brünnhilde’ mientras la iluminación iba pasando del rojo del fuego a la luz de un día cegador que se mantuvo hasta el final.En resumen, una interesante y coherente producción escénica, con algunos momentos impresionantes y otros de extraordinaria belleza…. musicalEn la parte musical, fue una espléndida representación. El tenor finlandés Heikki Suikola afrontó con éxito el durísimo y exigente papel de ‘Siegfried’, sin reservarse en ningún momento y sin dar señales de agotamiento. Un auténtico heldentenor, especie que uno creía ya extinguida.Junto a él, es de destacar la magnífica actuación de Nadine Secunde como ‘Brünnhilde’. Secunde ya había causado una espléndida impresión la pasada temporada cuando asumió el mismo personaje en Las Walkirias. Lástima de la brevedad de su intervención en esta jornada. Me quedé con ganas de escucharla más. Con una magnífica línea de canto, voz poderosa y agudos rotundos, es capaz también de emocionar en los pasajes más líricos (” Ewig war ich, ewig bin ich”). Ella y Suikola conmovieron en la escena final de la ópera, con un apasionado dúo en lo vocal. Sin embargo, esa pasión musical se contradecía con sus movimientos en escena alejados varios pasos y sin ningún contacto físico. No fue sino hasta casi la última nota que cayeron uno en brazos del otro.El papel del ‘Caminante’ fue interpretado por el bajo barítono Alfred Muff, con una hermosa y poderosa voz, que fue acusando muestras de cansancio según avanzaba la representación. Estuvo realmente bien en el primer y segundo actos, en los que su canto expresó con rotundidad su condición divina (si es que existen dioses en el Walhalla que utilicen abrigos tres cuartos) y tuvo algún problema en el tercero en el que hubo ocasiones en las que apenas superaba la enorme “barrera de sonido” que supone la orquesta en Wagner.Helmut Pampuch tuvo dificultades para hacer oír su ‘Mime’. Con una voz no demasiado bella ni potente asumió el papel dándole más énfasis teatral que musical.Correctos Mette Ejsing, Franz Josef Kapellman, Julian Rodescu como ‘Erda’, ‘Fafner’ y ‘Alberich’, respectivamente. Y canto muy bien el ‘Pájaro del Bosque’ la soprano búlgara Tatiana Davidova.El director Günter Neuhold llevó con autoridad y pulso firme toda la función, en una obra en la que no es difícil caer en la rutina, que lleva inevitablemente al aburrimiento, si el director no consigue un férreo control y transmite entusiasmo a la orquesta, cosa nada fácil dada la duración de la partitura. Pero Neuhold obtuvo un espléndido sonido de la Orquesta Sinfónica de Euskadi, manteniendo la tensión dramática de la música de Wagner, tanto en el foso como en la escena, durante toda la representación.En definitiva, un Siegfried más que notable, tanto en lo teatral como en lo musical, que se hizo corto pese a las casi cinco horas que duró.

Patxi Madariaga | 30 de octubre de 2001

Rating
(6/10)
User Rating
(3/5)
Media Type/Label
Technical Specifications
128 kbit/s CBR, 44.1 kHz, 211 MByte (MP3)
Remarks
In-house recording
A production by Patrice Caurier and Moshe Leiser (Genève 2001)